El lamento del hombre que no quería estar solo: End Times, por Eels

Afortunados los artistas que pueden expresarse mediante su obra, mientras el resto de los mortales nos conformamos con patalear, comernos nuestra mierda o soltarla en el blog o la red social de turno. Afortunados nosotros cuando un artista tiene necesidad, verdadera necesidad, de decir algo: el resultado suele ser espectacular (como bien apuntaba Edu Chinaski al hablar de este mismo disco). Y es que End Times de Eels (la ¿banda? —¿mejor sería decir proyecto personal?— de Mark Oliver Everett, también conocido como E.) está llamado a convertirse en uno de los discos del año.

«In my younger days», los buenos tiempos quedaron atrás.

Desconocía de Eels hasta que, hará unos cuatro años, una compañera de trabajo empezó a pinchar sus discos. Recuerdo Beautiful Freak (1996) y Daisies of the Galaxy (2000), pero no fue hasta escuchar Hombre Lobo: 12 Songs of Desire (2009) que me lancé a descubrir a Everett por mi cuenta. La verdad es que no hay mucho que contar, la primera parada tras Hombre Lobo fue Meet the Eels (2008), que ya poseía mi pareja, y cuando encontré vagabundeando una edición en vinilo + 7" (a módico precio) de su último disco, no me lo pensé y fui a por él.

Mr. Everett lleva una temporada tremendamente prolífica. Apenas medio año después de editarse Hombre Lobo, apareció End Times en las tiendas. Y seis mese más tarde le tocó el turno a Tomorrow Morning (2010). Tres discazos en poco más de un año es algo que no todo músico es capaz de hacer. Pero es que el señor E. tenía mucho que decirle al mundo. Hablar del deseo, la pérdida y redención y la alegría de vivir, por fin, libre de culpa. Ha construido una suerte de trilogía de la que End Times es para mí el mejor de los tres; un disco que es una puerta abierta a la desolación del alma a la vez que una necesaria catarsis para superar el mal trago que el divorcio supuso en la ya de por sí atribulada existencia de Everett.

«Paradise blues», sarcástica representación del objeto de deseo.

De corte intimista, dominado por medios tiempos aunque con algún exabrupto roquero («Gone man», «Paradise blues», ...), el disco camina entre la miríada de sentimientos encontrados que provocan las rupturas amorosas. La negativa irracional a aceptarla y querer a esa persona de vuelta, la autoflagelación al hacerse único culpable de la situación, los recuerdos de los días felices mezclados con las pesadillas que le asaltan sobre un futuro en que se ve solo y abandonado (la portada del disco, obra de Adrian Tomine, nos muestra a un Everett envejecido, de neblinosa mirada, quizás por el alcohol, desesperanzado y esperando el fin de sus días de sufrimiento), porque el tiempo sólo tiene sentido si es al lado de ella. Y así hasta que, inevitablemente, acepta su pérdida y en un acto de contrición decide seguir adelante.

«I need a mother». Everett necesita sentirse arropado en medio de una vida sin sentido.

Es End Times ese tipo de discos que nos tocan de cerca, porque con mayor o menor carga dramática, todos hemos pasado por ahí, todos hemos sufrido pérdidas que creímos irremediables y todos, creo, podremos empatizar con el sufrimiento de Mr. E. y después, pasado el tiempo, ahogada la pena, levantarnos, alzar nuestras copas al cielo y volver a sonreír.

La edición especial de End Times incluye un 7" con cuatro canciones extras (volvió a repetir la jugada con Tomorrow Morning) que nos vuelven a introducir en el torbellino emocional de la ruptura del señor Everett. Decía antes que cuántos artistas conocéis que se marquen tres discazos en un año. Podemos seguir. ¿Cuántos son capaces, además, de que en esos discos no haya ni una sola canción de relleno? No sólo eso, sino que anexan dos 7" con ocho excelentes piezas; podríamos cambiar las canciones del LP al 7" sin que se resintiese ninguno.

«Walking cloud», del bonus EP.