jueves, 28 de octubre de 2010

Potato + Tijuana In Blue: con la ineptitud por bandera

Todos estaréis de acuerdo en que hay discos que trascienden su propia condición y se convierten en algo más que la música que los contiene. A menudo es un disco incomprendido en su momento, visionario y audaz, que tarda años en alcanzar todo su esplendor a base de que la crítica lo revisite una y otra vez. Otros, en cambio, gozan de cierto éxito popular y son más apreciados por la masa que por los selectos paladares de la crítica «entendida». Pasado el tiempo sus surcos se convierten en documentos vivos de una época ya pasada, gracias a que captaron el momento con una fidelidad que el tiempo ha ido poniendo de relieve, mientras que su frescura y vitalidad se mantienen incólumes al desgaste de las décadas.

El primer álbum de Potato y Tijuana in Blue es uno de estos discos. Podríamos discutir la calidad y pericia de quienes perpetraron semejante obra. Pero pocos pueden discutir que las canciones son un fresco de los convulsos años ochenta en Euskadi, vistos a través de dos bandas creadas de los despojos del lumpen, por desharrapados y analfabetos musicales que quisieron creer en el sueño imposible de una Euskadi tropical, y que aportaron luz, color y alegría a una época que la memoria se empeña en envolver en grises y apagadas postales.


«Jamaica ska», himno no oficial de la Euskadi tropical.

Los ochenta fueron un fenómeno sin parangón en la insulsa vida musical española y Euskadi era un hervidero no sólo político; las bandas de rock aparecían como setas, las radios libres y fanzines anticomerciales vivían un momento de máxima efervescencia y el RRV era elevado al rango de ideología oficial por la izquierda abertzale, aunque muchas de las bandas se distanciaron lo que pudieron de la manida etiqueta y del oportunismo político de Herri Batasuna. Los gloriosos primeros discos de La Polla Records, Kortatu, Cicatriz, Eskorbuto, Hertzainak, Barricada (y los que nos ocupan) son hoy impagables documentos de la fuerza creadora/destructora del punk y la rabia juvenil, astutamente canalizado por varias discográficas que impulsaron y, esas sí, dieron nombre a un movimiento tan inclasificable como inabarcable por cualquier etiqueta.


«Tijuana in Blue», la desfachatez plastificada.

El desenfado mandaba. Cualquiera podía coger un instrumento (o mangarlo) y empezar una banda: no saber tocar no era excusa. Pero, ¿porqué no se nota —o yo no lo noto— tanto en los discos? Puede que, en el fondo, no fuesen tan malos con sus instrumentos, puede que otros con más pericia grabasen y ellos sólo pusiesen el nombre (siempre hay muchos, demasiados, dimes y diretes sobre estas cuestiones), o bien podemos culpar a los estudios de grabación de Euskadi, que siempre han destacado sobre la media estatal. Los técnicos y productores fueron claves en esta época, como recuerda Roberto Moso en Flores en la basura. Y al frente de este disco está uno de los nombre propios en la euskadi de los ochenta: Marino Goñi, fundador de Soñua, luego Oihuka y más tarde Gor, las dos primeras referencias claves e ineludibles del RRV.


«Reggae popular riojano», Potato dándole al toasting.

Con más querer que poder, con mejores ideas que medios y, sobre todo, con mucha desfachatez, mucho cachondeo y mucho amigos invadiendo el estudio de grabación (por allí pasaron Fermin Muguruza y la sección de vientos de Kontuz Hi!) ambas bandas presentaron un disco que se mueve entre el ska y el punk y que devino en clásico por voluntad popular. Potato aportan el lado más reggae, realizando descacharrantes versiones de Byron Lee & The Dragonaires («Jamaica ska» y «Miguelín el cashero») que muchos sarpullidos siguen provocando entre los integristas del reggae, con una tríada vocal que resultó inigualable a lo largo de su trayectoria. Los inclasificables Tijuana in Blue hacen gala de su ineptitud, y a mucha honra, con Jimmy y Eskroto dándose la réplica a las voces, el dúo más bizarro de los años del rock radikal. Repleto de letras desvergonzadas y en ocasiones vergonzantes, pero que el tiempo, juez implacable, ha convertido en himnos, más que generacionales, intergeneracionales.


«Un de piratas», exabrupto punk de Tijuana in Blue.

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