lunes, 1 de noviembre de 2010

Leonard Cohen, Recent Songs

Hay artistas sobre los que te lanzas voraz según los descubres. Te obsesionas con ellos y destripas todos sus discos con ansia, desmenuzas sus canciones y lees y aprendes todo lo que puedes sobre ellos. Hay otros, en cambio, que aun ejerciendo la misma fascinación inicial los disfrutas más pausadamente, degustándolos con parsimonia en pequeñas dosis. Leonard Cohen es uno de estos artistas que me gusta asimilar poco a poco, y con los que debo estar en un estado de ánimo especial para pinchar sus álbumes. Lo mismo me ocurre con Tom Waits. No creo que sus discos sean como atiborrarte de ellos. No. Lo suyo es disfrutar poco a poco de cada uno, dejar que reposen lentamente, extraer todo el jugo posible de sus surcos y, sólo cuando han sido asimilados, pasar al siguiente.

Es por eso que tengo pocos discos de Leonard Cohen. Hoy suman cuatro, ya veis, una birria, pero hasta que conseguí Recent Songs (1979), sólo I'm Your Man (1988) y Various Positions (1984) reposaban en mis estanterías. La primera sorpresa vino al pincharlo y encontrarme que esa seductora voz es la de un hombre visiblemente más joven que la del Cohen crepuscular que canta en I'm Your Man y Various Positions. Es una voz más delicada, profunda y susurrante a la vez, que nos permite mecernos en ella y sentirnos arropados. No me extraña su fama de seductor.


«The traitor».

Aun libre ya de los delirios de Phil Spector (quien, cómo no, parece ser que impuso sus característicos arreglos en su anterior disco Death of a Ladie's Man, editado en 1977), las canciones de Recent Songs presentan profusos arreglos, aunque en ocasiones tan delicadamente introducidos que la voz se mece suave por encima de todo, permitiendo así que las canciones respiren y puedan valorarse en su justa belleza. Éstas se mueven entre la exquisitez folkie en las maravillosas «The guests» y «The traitor» y la psicodelia más socarrona (ahí están «Humbled in love» y «Our lady of solitude») que tan buenos resultados le dio en sus primeros trabajos.


«Humbled in love».

Y así van pasando las canciones, sucediéndose una tras otra con la misma suavidad con que caen las hojas en otoño. Y cuando la aguja sube, sigo embelesado, arrullado por violines y laudes, con la mente perdida entre los arreglos mariachis de «The lost Canadian (Un canadien errant)» y «Ballad of the absent mare» y las orquestaciones zíngaras de «The gipsy's wife» y «The window, que continúan resonando en mi cabeza.


«The gypsy's wife».

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