Miro el escaparate; algo me ha llamado la atención y me detengo. Arriba el letrero que anuncia «Commercial Records». «No debería», pienso, pero ya es demasiado tarde. He entrado y no me voy a ir de vacío; está feo eso de estar casi una hora rebuscando para no llevarte nada. Las cubetas están llenas, los dedos van pasando los vinilos rápidamente, con avidez, y muchas cosas llaman mi atención. Pero ¡ah, hay poca pasta y el presupuesto de discos se ha agotado! Bien, arañaré seis euros de una copa que no me tomaré la próxima juerga y me hago con un single: Rib Out, la última rodaja a nombre de Magnetix. «Por una vez, no pasa nada, no volverá a ocurrir». Ja, el autoengaño contraataca. Ni es la primera ni será la última vez que sobrepaso con holgura el presupuesto mensual. Este vicio es muy malo.
Commercial Records y Radio City Discos son mis dos tiendas favoritas de discos de Madrid. No le hacen ascos a los CDs pero el vinilo manda. Sus dueños son atentos, siempre tienen tiempo para hablar de discos y en sus cubetas atesoran gema tras gema. Aunque pases toda la mañana buscando y remuevas la tienda entera encuentras poca morralla. Da gusto comprar discos en estas pequeñas tiendas.
Y hoy, 17 de abril, es el día de las tiendas de discos. Una chorrada, sí, pero que me ha hecho gracia: en honor, pues, a las tiendas de discos, reseño la que ha sido mi última adquisición en una tienda-tienda (eso fue el pasado febrero): el single de Magnetix.
Conocí a Magnetix en 2005, en la fiesta que The Holy Cobra Society celebró en la Sala Siroco. Creo que ya he hablado en alguna ocasión del evento. Allí tocaron River City Tanlines (de Alicja Trout, la de los Lost Sounds), Black Lips (cuando todavía no les conocía ni Perry) y los Magnetix. Abrieron el concierto los excitantes gabachos. Enseguida me quedé prendado de ellos, de su electrizante energía, su salvajismo sonoro y su cruda revisión del rock 'n' roll.